La hija de una compañera de trabajo hizo la comunión esta semana y a la niña le encantan los caballos, tanto, que está intentando camelarse a su madre para que le compre uno, pero la madre dice que de momento que se conforme con uno de azúcar que da mucho menos trabajo. Así que nos pidió una tarta de comunión con un caballo. Desde luego, tradicional no es, pero se trata de que la niña tenga su día especial, y con esta tarta personalizada contibuímos un poco a ello.
Como era nuestro primer caballo, en esta ocasión lo hicimos hechado, que nos pareció una apuesta más segura.
De nuevo, usamos la pistola de fondant, para la crin y el rabo del caballo.
Aquí está la muñequita con su vestido de comunión, lo más parecida que hemos sabido hacer a la niña real.
Y este es el resultado final colocada ya en la mesa del restaurante.
La tarta estaba rellena de ganaché de chocolate blanco y crema de parchita con almíbar de canela.
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