Seguimos con la temporada de comuniones metidas de lleno en este mundillo dulce, en esta ocasión con una tarta más clásica. En realidad, reune todos los elementos clásicos de una comunión, el caliz, las espigas, el rosario y las uvas. También los tonos son más tradicionales: blanco y dorado.
Aquí está la tarta a medio montar.
El caliz, reciente pintado con spray dorado. No lo llevamos puesto sobre la tarta porque nos daba miedo que sufriera una decapitación por el efecto de los baches de la carretera, que cada vez son más. Para que no pesara tanto y para no poner un montón de fondant que nadie se iba a comer (supongo yo, porque el nivel de azúcar se iba a disparar) el pie de la copa está hecho con un pedacito de barquillo de chocolate y la copa está rellena de corcho.
Este es el resultado de la tarta acabada.
Las hojas de la vid están texturizadas y cortadas a mano y luego pintadas para darle más realismo. A las uvas le pusimos un poco de brillo.
Me gustó el efecto que quedó de repasar sólo el borde de la impresión de las letras. El cordón del filo de la tarta también está pintado a mano en dorado y hecho con la pistola de fondant.
La espiga es natural. He de agradecer a un amigo que me las consiguió cerca de su casa, porque no las encontrabamos ni en lugares de flores secas, ni en floristerías, ni en chinos, jajaja. Así que me las cogió de una finca cerca de su casa. Tendremos que ponernos alguna vez a hacerlas de fondant, pero me parece un trabajo de mucho cuidado y siempre vamos con prisa.....
Esta tarta también es de chocolate blanco y de crema de maracuyá, que es una combinación que está gustando mucho.
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